miércoles, 19 de mayo de 2010

Picapedrero

Álvarez Paz y
“una ulcerada venganza”


En la Venezuela republicana, el ejercicio de la política ha estado sesgado por cierto “canibalismo”. Basta con citar el trato a la disidencia tan natural y dinámico, enriquecedora de las ideas, pero ¡ay! de quien le alce la voz a un déspota, para que se le intimide y persiga, constituyendo una tipología dentro de los llamados “Delitos Políticos”, donde está presupuestada la libertad de expresión y de pensamiento, siempre triunfantes a pesar de las voluntades autoritarias en todo tiempo.

En Venezuela, es pionero en el estudio de los Delitos Políticos, Lisandro Alvarado con su ensayo “Delitos Políticos en Venezuela” publicado en la revista “El Cojo Ilustrado” el año 1895 y reeditado en ediciones del rectorado de la Universidad que lleva su nombre (2008). En dicho ensayo, Alvarado se fundamenta en una cita de Blaise Pascal que define la severidad en los delitos políticos que responden a inquietudes sociales: “Tres grados de elevación del polo – sostiene -- transforman toda jurisprudencia. Un meridiano decide la verdad, en pocos años de posesión cambian las leyes fundamentales, el derecho tiene sus épocas”. La precedente cita, viene como anillo al dedo en la justicia chavista, copia al carbón de la nazista y remitámonos, al beneficio que mantuvo en libertad a un asesino en potencia, como el “Inca” Valero, que llevaba en su pecho el rostro de Hugo Chávez, como especie de patente de corso y la detención de María Lourdes Afiuni y Oswaldo Álvarez Paz, que nos remite a otro ensayo de Lisandro Alvarado. “Neurosis de hombres celebres” donde da cuenta, de un tipo de locura en ciertos personajes, como el famoso sabio Juan Manuel Cajigal, cuya” meningoperiencefalitis difusa” le produjo “deliro de persecuciones” y una “monomanía” que le hacía ver intenciones de asesinarle.

El delito político, sin duda tiene que ser sancionado para la estabilidad del Estado y seguridad de los ciudadanos, en ello no hay duda y la rebelión, conspiración, extremismo, tienen que ser penalizados y aún con ello, Lisandro Alvarado sostiene que no debe haber “severidad en las penas” y menos “ulcerada venganza” en algunos delitos políticos, citando por ejemplo, el decreto de “Guerra a Muerte” de Bolívar, el año de 1813, el asalto al Congreso, el 24 de enero de 1848, ordenado por José Gregorio Monagas y su reguero de muertos y en el siglo XX, el fusilamiento de Antonio Paredes dispuesto por Cipriano Castro con la subliminal expresión: …”la culebra se mata por la cabeza”.

Francesco Carrara, es autor de la “Teoría Histórica del Delito Político” y define al protagonista del mismo, como un sujeto que: “se deja conducir por un idealismo inflamado por un argumento de amor patriótico y sobre él actúan un conjunto e circunstancias que expresan un estado subjetivo, ordinariamente en un sentido de afirmación más que de negación”. Argumento por cierto, utilizado por Fidel Castro, en su célebre defensa, que concluyera con la expresión: “La historia me absolverá”. Pues bien, Chávez Frías encuadró en aquel concepto y el sobreseimiento de su causa, tuvo en su momento una justificación, en cuanto al delito de conspiración y sus argumentos, pero de ello conocen algunos conspiradores y esperan la clemencia que, nunca aceptó un Nelson Mandela, veinticinco años preso por la libertad de su pueblo. De allí que, se criminalizara la libertad de expresión y de pensamiento como delito, porque no hay cosa que irrite más a un tirano, que enrostrarle las verdades en su cara, porque les delata sus tropelías, que somatizan su cobardía y ese es el caso de Hugo Chávez Frías por ejemplo, cuando se trasformó ante la periodista Adriana Núñez, que respetuosamente le formuló unas preguntas para las que no tenia respuesta. Por eso, Chávez escoge a sus adversarios, porque les conoce y les tiene siempre en la manga una carta que sabe muy bien manejar, por ello, la justificación en tener preso a un Carlos Ortega, al general Francisco Usón, la jueza María Lourdes Afiuni o a Oswaldo Álvarez Paz, un “avis rara” de la política venezolana, que no es un opinador de oficio, cazador de programas de radio o televisión o un político del montón, vacio y negociador y quien advirtiera en un programa, acerca de la inseguridad en que se encuentra Venezuela, cercada por actividades de la guerrilla narcotraficante de Colombia y los extremista españoles del grupo ETA, plenamente identificados por organismo de inteligencia internacional y peor aún, señalado por un juez español que sigue una causa en su país que para esclarecerla, requiere de la colaboración del gobierno de Venezuela el cual sospechosamente se niega. ¿Acaso, fue mentira, lo dicho por Álvarez paz? Precisamente por no serlo y el eco, que ello tuvo, removió los intestinos de Chávez.

Oswaldo Álvarez está físicamente en libertad, pero es un preso de conciencia, tiene amordazado su pensamiento, lo más aborrecible e indigno para un ser humano. Su delito es pensar y expresar y ello incomoda al déspota. El primer delito de opinión en Venezuela fue, el de Manuel Gual y José María España, por divulgar la “Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” el año de 1797, por lo cual fueron muertos y descuartizados. Para 1848, sería Antonio Leocadio Guzmán quien combatía “con el leguaje de la razón” y en cada caso, siempre ordenado por tiranos, de manera que no es nueva la mordaza despreciada en una Oda de Mario Benedetti: / No creo en vos mordaza/ pero voy a decirte por qué no creo/porque mordaza/ sos muchísimo más que un trapo sucio/ con gusto a boca libre y a puteada/ sos la ley malviviente del sistema/ sos la flor bien muriente de la infamia/

Oswaldo Álvarez Paz, es un preso del capricho de Chávez, con “ulcerada venganza” que sus propios abogados no encontraban elementos para juzgarlo ante un tribunal “Canguro” y da vergüenza jurídica de ello y alegremente se le imputa sin asideros, por: “ir contra la seguridad de la nación, contra el honor del pueblo y su presidente” ¿Cuál seguridad? Si está en manos de mercenarios cubano. ¿Cuál honor? ¿De un pueblo, al que se le obliga a vestirse de rojo, asistir a marchas y pagarles con miseria, comprándoles sus conciencias y disponiendo de inmunidades jurídica para la corrupción? ¿Y cual honor presidencial, de quien insulta y veja a seres humanos, incluyendo a sus amigos o allegados, dándoles” esta noche, lo suyo”?

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